21 de noviembre de 2007

EL MODELO CULTURAL NEOBURGUÉS. 1era Parte.

[En este caso lo cultural debe entenderse como: Conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc., según definición de la RAE.]


A fines de los años 80, en Europa (Italia) comienza a circular un nuevo tipo de discurso que se sustenta fundamentalmente en una ideología que cuestiona los valores hasta esos momentos sostenidos y cuestionados por el postmodernismo.

La cara más visible del modelo son sus aspectos culturales que en realidad ocultan una acción de movilización y de presión sobre la opinión pública. La intención es imponer un modelo Neoburgués.

Este modelo es una reflexión sobre la modernidad y la posmodernidad, sostenido fundamentalmente en 4 pilares:
1.- Ausencia de valores.
2.- Exacerbación del Hedonismo.
3.- Racionalización del Hedonismo.
4.- Apelar a una dimensión lúdica tergiversada.

Se puede entender como una insólita lucha de clase que se manifiesta en el plano de los valores. Asociándose en el plano económico con la extensión del libre mercado, vinculado principalmente a los sectores financieros más que a la producción.

Se asocia a un modelo neoburgués porque este sector, históricamente, a quedado al margen de los fenómenos sociales, cuyas movilizaciones se han dado más en el plano de la producción que en las élites intelectuales. Esta burguesía desde siempre improductiva, vive una expansión de un cierto bienestar y aprovechando la caída (o cuestionamiento) de todo tipo de ideales toma la delantera y pone en marcha la difusión de su modelo. Este modelo neoburgués cultural reduce todo a promocionar una ideología consumista, sustentada en el placer hedonista, sin plantearse otro tipo de valores o interrogantes vitales para una persona. Además tienen la pretensión de ser vanguardista y ser los portadores de nuevos estilos de vida, más desprejuiciados y rupturistas. Estilos que siempre han existido, lo novedoso de la propuesta es la idea de renunciar a plantearse interrogantes contingentes sobre los valores, y como consecuencia de esta renuncia se trastocan esos valores en si mismos.

De lo anterior se desprende el concepto de cultural, entendiendo que toda cultura en cada momento histórico sostiene ciertos valores que rigen y regulan los intercambios entre las personas pertenecientes a esa cultura. Y es en este punto en donde se pone en evidencia el trasfondo del movimiento, que lo convierte en una lucha de clase. Este fenómeno nace en estratos de ingresos medios altos y sobre todo en la nueva clase tecnocrática que se forma en los países globalizados (empleados de alto nivel, mundo bursátil, profesionales libres, nuevos ejecutivos, técnicos, funcionarios de la industria y de la banca).
Si bien son estos exclusivos sectores los que pueden disfrutar de este modelo consumista tendiente al hedonismo, publicitariamente se propone como de acceso masivo pagadero con dinero plástico y créditos mediante. Marketing que moviliza a sectores de menores ingresos seducidos por los brillos hedonistas de la propuesta.

Cuando el deseo consumista se instala dentro de estos sectores es en donde se produce el trastrocamiento de los valores, cayendo en una normativización (normosis) de lo anormal[1]. La finalidad es justificar los medios para obtener fines que no podrían ser alcanzados de otro modo dentro de la carrera exitista y hedonista propuesta por esta Neoburguesía Cultural.

Si bien la idea oculta es permear a todos los sectores de la sociedad no podemos hablar aún de una tendencia a la masificación (Ortega y Gasset). Esta ideología se mantiene fundamentalmente en campos elitistas homogéneos y consecuentemente masificados entre sí.

Estos Neoburgueses que se presentan sustentando un estilo vanguardista y rupturista (a favor del aborto, de la eutanasia, exaltación del hedonismo, relativización de los valores, consumismo) caen en una contradicción dialéctica, ética y fáctica, que los posiciona valóricamente en la retaguardia, porque intrínsecamente se relativizan y subvierten valores fundamentales que hacen a las relaciones humanas y consecuente con las interacciones sociales.

Se transgrede y peyorativiza el respeto por el hombre, se resignifica y minimiza el concepto de autoridad, excesiva preponderancia de las emociones por sobre la razón sustentadas en la tendencia a la gratificación inmediata.
Se justifica y racionaliza la no tolerancia de la frustración, desconociendo a la misma como un elemento fundamental para aceptar el principio de realidad.
En síntesis el pensamiento apunta a sostener una ética nihilista y hedonista, canalizado en una competencia exacerbada por el consumismo y la búsqueda de satisfacción inmediata, es de carácter personal[2] y lúdico, en el sentido de no tomar nada en serio, ni siquiera al “si mismo”.


[1] Ejemplo: Entender la agresividad como un forma de comunicación, en vez de entenderla como expresión de los aspectos psicopatológicos de una personalidad psíquica.
[2] No se busca el bien común sino solo el bien individual.

Fuente de inspiración: Jaime Antunez Aldunate. "De los sueños de la razón al despertar". Edit. Zig Zag. Santiago de Chile. 1990.

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