21 de noviembre de 2007

Santa María Ensangrentada

Con paso cansino bajando
por el desierto, miles de hombres,
mujeres, jóvenes niños y
ancianos llenos de sal.

Con las fichas en la piel
pegadas con sangre y sudor
con los cuerpos nutridos
de miseria y decepción.

Con las espaldas cargando
bolsas de bella esperanza
de un futuro muy abundante
de patriótica legal protección.

Mas la autoridad les esquiva
torciendo el digno reclamo
convirtiendo artero lo humano
en vil subversión anarquista.

El futuro se acerca implacable
sin propuesta intermedia; duda:
respeto humano, ideal libertad o
ingrato fracaso lleno esclavitud.

Y los muros retumbaron
en estruendosos silencios
llenos de emociones alteradas
de taquicardias sin control.

Ojos rojos de llanto contenido
manos crispadas de alienante terror
gargantas secas de grito apretado
respiraciones cortadas de expectación

Aguzaron los oídos ante
los secos ruidos confusos,
silencio lleno de emoción,
tensa espera…infortunio presente.

Miradas furtivas de ingrato temor
se van disfrazando de excelso valor
valor cuestionado ante lo incierto
doblegado por el poder ignorante.

La respuesta fue clara y concisa
al ruido de dos ametralladoras
recién estrenadas, con orgullo,
llenaron de balas justa petición.

Triunfa el poder indolente
las manos con sangre
llenas de victoria perversa
saludan al explotador extranjero.

Volvieron cargando fantasmas
arrastrando en desierto pampino
una ilusión hecha pedazos, con
los harapos llenos de esclavitud.

Y la Historia Oficial sin tapujo
a fuerza de sal y de tierra
lavó las paredes testigos
tapó despojando sangre heroica.

Escondió los cuerpos en
ignoto sepulcro, como si así
se escondiera al mundo
la noble dignidad masacrada.

Y nunca el poder criminal
asumió la masacre, justificó
con insultante vehemencia
acusando de sublevación.

Cien años perdidos, seguimos
sordos a tres mil gemidos y
a la fecha muchos mas, siguen
pidiendo justicia y dignidad.


Para extranjeros:
El poema se refiere a la matanza de 3000 obreros del salitre, masacrados en la Escuela Domingo Santa María, de Iquique – Chile, en la temprana tarde del 21 de diciembre de 1907.

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